El acuerdo UE-Mercosur afronta un campo de minas antes de su ratificación y genera división en Bruselas
El pacto sobre la zona libre de aranceles más grande del mundo llega tras 25 años de negociaciones intermitentes. Países como Francia, Italia, Países Bajos o Austria se muestran contrarios mientras España o Alemania lo apoyan.
La ratificación del acuerdo de asociación entre la Unión Europea y el Mercosur para establecer la zona libre de aranceles más grande del mundo no es aún el final del camino, ya que antes de su entrada en vigor, enfrentará una dura oposición del lado europeo.
Varios países comunitarios, entre ellos Francia e Italia, ya han mostrado su oposición al pacto, que ha recibido la bendición de otros, como Alemania o España, lo que amenaza con crear una nueva división en el seno de la UE.
Francia ha tildado el acuerdo de "inaceptable" en su estado actual y ha insistido en que solo los Estados miembros de la UE pueden autorizar su firma. "El acuerdo no está ni firmado ni ratificado" y "Francia continuará, junto con sus socios, defendiendo sin descanso su agricultura y su soberanía alimentaria", han puntualizado fuentes del Elíseo. En la misma línea se ha pronunciado el Gobierno italiano, que considera que no se dan las "condiciones para firmar el texto actual" y ha advertido de que no firmará el acuerdo comercial, a menos que incluya mayores garantías para los agricultores europeos.
Si bien, para España, se trata del "logro más importante en materia de política comercial exterior de España y de la Unión Europea de los últimos años". Para el ejecutivo de Sánchez, el pacto favorecerá "la diversificación de los flujos comerciales y la resiliencia de las cadenas de suministro, el crecimiento económico y la creación de empleo".
El acuerdo, que se negocia desde hace un cuarto de siglo, eliminaría aranceles para el comercio entre los países de la Unión Europea y Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, con una población combinada de más de 700 millones de personas, lo que le convertiría en el tratado de asociación de mayor alcance del mundo.
La Comisión Europea, que negocia en nombre de los Estados miembros, presiona para poner el sello final al acuerdo ante el temor de que China, que ya ha expandido su presencia e inversiones en la región, se adelante al bloque comunitario. Sin embargo, cualquier texto tendrá también que obtener, mínimo, el visto bueno del Consejo de la UE y la Eurocámara.
Fundamental el apoyo de 15 socios en el Consejo de la UE
La institución europea que representa a los países tendrá que reunir al menos 15 socios (un 55% de los 27 Estados miembros) que representen a un 65% de la población de la Unión Europea a favor del acuerdo.
París lidera el esfuerzo para conseguir una minoría de bloqueo que tumbe el pacto en el Consejo y, aunque es muy difícil que encuentre a una decena de gobiernos opuestos al pacto, Francia por sí sola tiene más de un 15% de la población europea y espera que se sumen a su esfuerzo socios grandes como Italia o Polonia para cumplir con el criterio de la población.
También muestran reticencias en diferentes grados, Países Bajos, Austria o Lituania, Bélgica, Luxemburgo o Rumanía, aunque no es seguro si alguno de ellos votaría en contra en el Consejo.
El apoyo de los parlamentos, aun por determinar
Está por determinar también qué estructura legal tendrá el acuerdo y si es necesario que el pilar comercial tenga que recibir el visto bueno de todos los parlamentos nacionales de los Veintisiete para que pueda entrar en vigor plenamente.
En el caso de que sea un acuerdo mixto y lo necesite, los países reacios que se quedan en minoría en el Consejo pueden ejercer el veto desde sus Parlamentos nacionales.
El Parlamento neerlandés y el austríaco, entre otros, se han pronunciado en contra del acuerdo con argumentos similares a los que exponen los gobiernos contrarios al mismo.
El Gobierno italiano también ha advertido de que no firmará el acuerdo comercial a menos que incluya mayores garantías para los agricultores europeos, según fuentes del gabinete de la primera ministra, Giorgia Meloni.
No sería la primera vez que esto sucede: el pacto entre la Unión Europea y Canadá pendió de un hilo en 2016 ante el bloqueo temporal del Parlamento de Valonia, la región sureña de Bélgica, que acabó cediendo.
25 años de negociaciones intermitentes
La UE y Mercosur -formado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, en proceso final de ingreso- comenzaron a estrechar vínculos en 1995 con el Acuerdo Marco Interregional de Cooperación, buscando integrar sus economías, política y cultura. Este acuerdo fue pionero por ser el primero entre uniones aduaneras.
El objetivo era establecer lazos sólidos antes de liberalizar el comercio mediante la armonización de normativas conforme a las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Las negociaciones incluyeron política, cooperación y comercio, pero el capítulo agrícola generó mayores conflictos.
Las negociaciones para un acuerdo de libre comercio comenzaron formalmente en 2000 en Buenos Aires. Desde entonces, se han realizado casi treinta rondas de negociaciones, abordando la eliminación de aranceles y barreras comerciales.
Desde 2004, las negociaciones han registrado numerosas pausas debido a diferencias en el acceso a mercados agrícolas, servicios y manufacturas. Mercosur exigía mayor apertura del mercado agrícola europeo, mientras que la UE buscaba oportunidades en servicios y finanzas en Sudamérica. Los intentos de reactivar las negociaciones en 2005 y 2006 coincidieron con cumbres birregionales, pero sin resultados concretos.
En 2019, tras casi veinte años de negociaciones, ambas partes lograron un acuerdo en Buenos Aires. Este abarcaba un mercado de casi 800 millones de personas y era considerado uno de los más ambiciosos. No obstante, la ratificación se vio bloqueada después debido a vetos de países como Francia e Irlanda, que demandaban garantías ambientales y cumplimiento de estándares europeos. Queda por ver si esta vez será diferente, o volverá a estancarse.